domingo, 19 de agosto de 2007
Publicación en el Centenario de Alte. Brown
Rivadavia, un pueblo olvidado
Después de la Batalla de Caseros, en que las tropas de Rosas fueron licenciadas y sus hombres obligados a buscar medios de vida, se instalaron en las inmediaciones de Monte Chingolo los ex-oficiales del Ejército federal Don Francisco Páez y Don Lucas Barbosa.
Don Bernardo Ihurralde, ex-panadero del mismo ejército, edificó la primera panadería junto al vetusto edificio de la posta.
La epidemia de fiebre amarilla que azotó a la ciudad de Buenos Aires en el año 1871 contribuyó al surgimiento de la población, llevando en carretas, dikigencias, y cabalgaduras un contingente de familias que huían del flagelo asolador y que acampó en el lugar.
Se afirma que un día , aprovechando la presencia de ese campamento en Monte Chingolo, alguien hizo colocar rieles de verdad entre las polvorientas huellas del lugar. La hera ferroviaria había comenzado años antes y se lanzó la especie que la empresa del Sud desviaría su línea hacia esa zona.
Sobre aquella esperanza, hombres y mujeres esforzados y crédulos compraron, vendieron y hecharon los cimientos del nuevo pueblo.
"Y se construye con loco afán y las habitaciones son grandes y altas y los patios capaces y los materiales nobles. Y de lo que fue principio de campamento y toldería nace un pueblo de aire neoclásico : de muros decorados con columnas adosadas, medallones y cortinas, cornisas y balaustras. Con claros zaguanes embaldosados y cancelas criollas que dejan ver a través de su férreo calado el patio de ladrillos, el brocal elegante y las macetas y tinas, luciendo el clásico helecho de serrucho y la inquietante ruda de exotéricas virtudes ".
Monte Chingolo completó luego su fisonomía de pueblo con iglesia y plaza pública, pulpería, cancha de juego y colegio de religiosas.
De esa iglesia que conserva hoy su primitivonombre de Nuestra señora del Tránsito, fue designado en 1874 1er. Capellán el Presbítero Don José L. Pajares.
Desvanecidas las esperanzas de constituírse en asiento de las autoridades del partido y centro de movimiento administrativo; y sin fuentes de actividad suficiente e incapaces de proveer su propia subsistencia , se inicia para Monte Chingolo una era de progresiva decadencia.
Alejada de la línes férrea, de los caminos frecuentados, aislada en medio de la campaña y escondida entre la fronda de sus montes, su existencia pasó desapercivida para el hombre extraño al lugar.
Fragmento extraído de Suplemento La opinión. Centenario de Alte. Brown. Año 1973 .
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